Sombras de mi barrio antiguo
con olor inerte a pólvora seca,
pecamos de inocencia ficticia
que nos atraviesa el corazón,
y oímos el silencio de Dios,
a los santos y sus cánticos,
leyendo en partes a la libélula
mientras bailan agitadas las cigarras
escapando de los ventarrones,
huyendo y viniendo tan tarde,
descansando entre las tapias,
fumando bocanadas de euforia,
bebiendo las nubes a sorbos.
Y vemos cambiar a nuestro Dios,
materia inmensa en movimiento,
nada esta escrito para la eternidad;
aquí nadie puede ser inocente,
en el reino vacío de este mundo;
sepulcros interminables de fe,
paraderos pagaderos de lo absurdo
que minimizan nuestra tragedia
gritando la soledad de la muerte
que nos lleva sin dudarlo en un instante
penosamente con la virgen a cuestas
y el alma perdida como estela.
entre pasillos sucios e interminables,
enteramente rodeados de medianoche
con madrugadas de soledad inconclusa,
llenas de rezos morosos y obsoletos
dictados ante el altar nuestro,
confesiones del llanto quebrado,
tristeza agónica de mi historia
pues nadie baja por mi raro infierno;
mi embarcadero sin pena ni gloria;
incredulidad insulsa sin regreso,
el progreso olvidado del destierro
con sabor a lluvia y ríos de sangre.
Fiel amante y confidente he sido
de la traidora muerte errante;
paso a paso, fijamente y en exceso
entre las sombras de mi barrio,
mi alegre andar que huele a suicidio,
acabando estúpidamente con la agonía
pues el tiempo no mata las fuerzas
ni borra distancias ni fronteras.
Paz no encontrada en la vida eterna,
disparos fugaces del hambre insaciabled
virtud de los muertos consientes,
santo sepulcro de mis últimos sueños,
puerta del cielo que guía mi muerte
olvidada y vacia de mis recuerdos.
Lleno de silencio en mi estrecha tumba
y por siempre con la virgen a cuestas,
y mi llanto volviéndose grandes ríos
y la noche sosiega mi espasmo;
resuelve mis engaños oblicuos,
escuela paralela de mis pensamientos,
música necia entre mis suelos,
literatura plasmadas en mis paredes
y ladrillos que obstruyen derechos
con sentimientos penosos de pasión,
labrados con justicia divina,
satanizados en cuentos benditos;
luces del cielo de mi oscuridad,
en un pasado mucho mas presente,
comentarios de razones incoherentes.
Hoy desarmados todos sin consuelo,
iluminados por la misma santa muerte,
dormidos hemos quedado deshechos
pues nacimos estando muertos
y quejándonos de nuestra ansiedad,
imaginando sollozos y ensueños
fuimos perdonados con la virgen a cuestas;
terminando con la soledad inconclusa,
castigados entre sobredosis vanales,
sorteando entre vidas infectadas
con el alma gustosamente derrotada.
Una sed temerosa de la esperanza,
complicada despedida sin destino,
ocaso crudo de nuestros destierros,
circulo infernal del mismo miedo:
nuestra triste sangre corre espesa,
penosa y vacia por completo de fe;
vil mártir de mi inconciencia
y nuestra virgen del alma a cuestas.
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